Si tuviéramos un verdadero análisis sobre la industria farmacéutica y la dependencia que genera en la sociedad, probablemente el mundo entraría en caos. Así que hay temas que es mejor no tocarlos y quedarnos con una historia parecida, pero no.
Esta es la historia de Ben, un buen abogado pero destinado a una vida sumamente gris y sin brillo, cuando por casualidad se topa con Emily, su ex novia, quien casualmente es a la vez novia de un empresario exitoso, acusado de causar la muerte de 268 personas con su medicamento, lo que ocasiona que Ben quiera ir con Charles, que casualmente es el abogado que más veces intentó ir contra la compañía farmacéutica y ha fallado. Pero esta vez tienen datos explícitos desde el interior de la compañía, ya que Emily se los proveyó.
Pero todo esto viene con un costo y son las interminables escenas hasta que se pueda desarrollar la historia. Por lo que la primera hora de película, todo forma parte de una introducción. Un misterio que se mezcla entre los clásicos personajes de thriller. Y esto provoca que el ritmo de la película sea un desastre. Momentos de suspensos vienen seguidos de escenas de relleno que cortan automáticamente con toda la tensión que pudieran provocar. Y el drama legal da paso a una historia de buenos muy buenos y malos muy malos. Y si los que son buenos dejan de serlo, toman decisiones extremas que poco razonamiento tienen con su forma de pensar.
Un producto meramente comercial y está bien, más allá de su ilógico resultado. Un gran elenco, cuyo protagonista Josh Duhamel, se hace cargo de toda la película, superando ampliamente a figuras de renombre que también vagan por ahí, que aportan poco.
Calificación: 7 - Recomendable
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