Desde el primer momento sabemos que Liam Neeson, será un alcohólico. ¿Importan los motivos que lo llevaron a hacer así? No, pero nos enteraremos de ello por más que no nos importe, ya que esta historia quiere abrir un millón de enigmas y luego ir resolviendo cada uno a medida que transcurre la cinta. No importa si los que nos cuenta tiene o no que ver con la trama central.
Entonces, Bill se va a tomar un vuelo internacional y allí vamos conociendo a diferentes pasajeros (al mejor estilo Destino Final) que serán personajes secundarios importantes durante todo lo que dure la acción.
Una vez en el vuelo, el oficial recibirá unos mensajes misteriosos donde se lo chantajeará al pedirle que entregue dinero o alguien morirá cada 20 minutos. ¿Cómo alguien podrá asesinar sin impunemente sin que nadie se de cuenta? Bueno, esa es la magia de la esquizofrenia que nos ofrece el film.
Sacando de lado esas incoherencias imposibles, el juego comienza y la locura se desata en el avión. Todos son sospechosos, incluso el propio protagonista. Y paralelamente, nadie está a salvo (aunque en esto por lógica, sí tenemos que exceptuar al protagonista).
Este juego muy al estilo Scream, mezcla unas cuentas películas del género y hace un resultado que, si bien en su mitad decae, tiene momentos bastantes logrados. Y que no se le pida más de lo que ofrece, que de por sí, tampoco es poco.
Calificación: 6 - Buena
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